Cuenta la leyenda, que en tierras lejanas había un rey que causaba espanto. Siempre que tomaba prisioneros de guerra los llevaba a un calabozo y les decía: “Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros o pasar por esa peligrosa y misteriosa puerta…”, entonces todos elegían ser muertos por los arqueros.
Al terminar la guerra un soldado que había servido al rey se dirigió al soberano y le preguntó… – Señor ¿puedo hacerle una pregunta? ¿Qué había detrás de la horrorosa puerta? – Ve y mira tú mismo – respondió el rey. El soldado abrió temerosamente la puerta y a medida que lo hacía los rayos del sol entraron y aclararon el ambiente… y finalmente descubrió sorprendido que la puerta se abría sobre un camino que conducía a la libertad.
El soldado admirado sólo escuchó a su rey que le decía… – yo le daba a ellos la elección pero preferían morir antes que arriesgarse a abrir esta puerta. Mas vale malo conocido, que bueno por conocer…
¿Cuántas oportunidades dejamos pasar por miedo a arriesgarnos? ¿Cuántas veces hemos perdido nuestra libertad, sólo por el miedo que nos inunda a caminar hacia la puerta de nuestros sueños?
En ocasiones nos sorprendemos repitiendo una y otra vez un mismo tipo de comportamiento sin que podamos evitarlo, llegando a tener un gran impacto personal, familiar y/o profesional.
La forma habitual de ver y reaccionar ante el entorno y las circunstancias comienzan desde el nacimiento y se van afianzando especialmente en la infancia, en que el sistema nervioso es muy flexible para la absorción de vivencias. Es en este contexto, donde nuestro sistema familiar juega un papel preponderante, ya que comenzamos a internalizar – en forma totalmente inconsciente – las pautas de comportamiento de nuestro entorno: estilos de vida, formas de relacionarnos, reacciones, valores, significados, sentimientos, etc. quedan fuertemente incorporados a nuestras experiencias de vida reactivándose en múltiples momentos.
Entonces, vale preguntarse ¿Qué caracterizó nuestra crianza? ¿La sobreprotección? ¿El abandono? ¿La seguridad? En un primer momento, esto guiará positiva o negativamente el camino según sea el caso. Es por esto que tomar una decisión, puede ser algo tan simple para algunos, sin embargo para otros es causa de estrés, inseguridad, miedo, en fin un sin número de sensaciones que boicotean el caminar hacia aquella puerta que “podría” cambiar radicalmente nuestra vida, pero más allá de que obtengamos el resultado esperado, el tema en cuestión es atrevernos a caminar hacia nuestros sueños. Efectivamente al abrir una puerta podemos encontrar la solución a nuestra problemática, o quizás no…en ocasiones cuando no logramos lo que esperamos, nos podemos recriminar porque no fue la elección correcta, o pensar que no tenemos aptitudes para aquello, etc., pero todo depende de la forma que lo veamos, puesto que está en nosotros vivirlo como un fracaso o como un nuevo aprendizaje, como una desilusión o una oportunidad que enriquece nuestra experiencia de vida ¿no es cierto?
Claramente, el temor a decidir, a elegir, esconde otros miedos: a las críticas, a perderlo todo, a quedarnos solo (a), no poder tolerar la frustración, etc. por otra parte, puede esconder la fantasía de que esa decisión será para siempre o que nos asegurará un resultado perfecto, a elucubrar que si no fue la mejor decisión nos sentiremos que fracasamos, en fin muchas otras creencias que se despliegan en un terreno fértil para seguir repitiendo el mismo comportamiento. Entonces es importante preguntarnos ¿Cuál es el miedo? y ¿Cuál es la fantasía?
Quizás todo esto se resuma con miedo a fracasar o ¿me equivoco? si estas en ese dilema, es necesario que decidas cambiar, es hora de quitarle esa connotación negativa al fracaso y aprender que no es más que un resultado adverso que te lleva hacia el siguiente paso, cada vez más y más cerca del éxito que deseas…simplemente ¡imagina cuántas oportunidades tienes por delante! Y cómo dice Gihan Matta: “Algunas veces ganas, algunas otras sólo aprendes…”
En los párrafos precedentes, señalo un primer momento, refiriéndome a la forma en que nos criaron, pero que a pesar de su impronta, siempre y cuando tú lo quieras, no es definitiva, porque la segunda instancia es hoy, en que ya no eres niño (a), en que puedes elegir otro camino, comenzar a eliminar esas creencias limitantes y optar por el cambio que te hará tener una vida más plena. Porque yo sé, que en más de alguna ocasión has tomado buenas decisiones, has tenido más de algún tropiezo y te has levantado, entonces puedes decidir cuándo y dónde quieres comenzar a cambiar.
Nuestra libertad radica en elegir: permanecer inconsciente repitiendo la misma conducta o emprender el viaje a una aventura en la que no hay éxitos ni fracasos, sino aprendizajes y oportunidades…entonces ¿Cuál es tu elección? ¿Cómo quieres vivir? ¿Atravesarás la misteriosa puerta? o ¿Elegirás ser muerto por los arqueros?
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